capitán Plin

De niña tenía entre mis libros varios tomos protagonizados por un curioso gato verde de botas y capa rojas, que llevaba una espada en la cintura. El libro de Rui la Pestex, Aventuras en la Isla del Coco y la colección Pinta y Canta eran los más queridos. La última vez que el Capitán Plin entró a mi librero fue en un dibujo hecho a mano alzada sobre la primera hoja de Chamaquili y la lámpara luna, donde, en un cuadro de diálogo, me decía «Con cariño para Susana, del Capitán Plin».

La noticia del fallecimiento del autor de este personaje, Jorge Oliver Medina, impactó a muchísimos cubanos cuando se hizo pública el lunes 18 de septiembre. En mi generación muchos sintieron la pérdida del protagonista de Cuadro a cuadro, el que hablaba de superhéroes y, de repente, salía tras una pared o un auto en medio de una pelea entre Batman y el villano de turno; una presencia constante en las noches de verano que fue, para muchos, el primer acercamiento a este particular género cinematográfico.

El estilo de Jorge Oliver para comentar los filmes era el mismo que tenía para sus historietas e ilustraciones, y el mismo con el que hablaba en el día a día. Decía mucho con muy poco, sin necesidad de usar las palabras más rebuscadas ni los trazos más complejos. Era ocurrente y tenía una respuesta rápida y un trazo al aire para cada ocasión. La última vez que coincidí con él fue en 2019, y pude presenciar en vivo cómo su carismática personalidad le ganaba rápidamente la simpatía y admiración de todo el que lo escuchase hablar.

Resulta fácil relacionarlo directamente con su personaje más famoso, pues como aquel gato verde era curioso, intranquilo, aventurero y un ferviente defensor de su Isla. Al ver las historias de Plin, llevadas a la animación por los Estudios de Animación del Icaic, cualquiera se identifica fácilmente con los isleños, nombre que reciben los heterogéneos personajes que habitan la Isla del Coco, todos de diferentes especies, colores y tamaños, quienes se enfrentan cotidianamente a los ataques de aquellos que ellos llaman «los apestosos piratas del Mar Chiquito».

La tristeza ante la despedida del amigo es inevitable, porque pasear por su obra es encontrar un trocito de Cuba en cada dibujo, desde los cocoteros de la Isla hasta las fachadas y escondrijos que acompañan los poemas de Chamaquili. Era un hombre nacido como cuentan que nació la Isla: del amor entre una nube de aire fino y el mar.