Centro Cultural Maxim Rock

La nota publicada por el Instituto Cubano de la Música provocó la indignación de varias personas: “En la noche del sábado 28 de octubre se realizó en el Centro Cultural Máxim Rock, de la capital cubana, una fiesta de Halloween, que incluía un baile de disfraces donde resultó premiado el disfraz de un militar nazifascista”.

EL ICM reconoció la gravedad del hecho, de inmediato tomó la decisión de cerrar, de manera inmediata, el Centro Cultural Maxim Rock, realizar los análisis correspondientes y puntualizó: “Incidentes lamentables como este, que violan flagrantemente la política cultural de la Revolución Cubana, vulneran la moral y los principios sobre los que se funda el proyecto social cubano y hieren la sensibilidad ciudadana antifascista, antirracista y antisionista, merecen todo nuestro repudio y recibirán la más enérgica respuesta del sistema institucional de la cultura.

“Ratificamos el compromiso de nuestra institución con la promoción de todos los géneros de la música, en particular con el rock. Sus promotores y su público, estamos seguros, repudiarán este hecho”.

Centro Cultural Maxim Rock
La Institución no respondió a la política cultural de nuestro país.

Ante todo, reflexionemos, lo acontecido incita a erosionar los valores autóctonos, desmantelar los símbolos de la cultura nacional, borrar la historia, y subvierte el orden social que la mayoría de los cubanos y las cubanas hemos adoptado, en función de socavar la legitimidad revolucionaria y descalificar el sentido del sistema institucional comprometido con la Patria y nuestra revolución socialista.

De hecho, esa acción forma parte de la oleada colonizadora global y de los proyectos subversivos que intentan dividirnos. De ningún modo es un secreto: el planeta está sometido de manera continua a discursos que atentan contra las identidades nacionales e imponen patrones de vida basados en la exaltación del capitalismo y del modelo estadounidense.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Imposible olvidar la visión orientadora de don Fernando Ortíz al defender “la distinción de la cubanidad, condición genérica de cubano, y la cubanía, cubanidad plena, sentida, consciente y deseada, cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza y amor”.

La democratización de la cultura emprendida por la Revolución en 1959 establece fuertes nexos entre los procesos culturales desde una oportuna sabiduría: la independencia nacional tiene su más firme basamento en el compromiso individual, la defensa de lo propio y de la capacidad de resistencia contrahegemónica.

¿Cómo robustecerlos a diario? Es necesario nutrir las ideas, revelar valores, formas positivas de comportamiento, favorecer el crecimiento espiritual.

Tengamos presente la amenaza del principal instrumento de dominación cultural e informativo con que cuenta el imperialismo. Este pretende instaurar en el mundo los patrones de la industria del entretenimiento, la maquinaria mediática a su servicio. En el presente la humanidad sufre la ofensiva de una colonización a gran escala.

El sostén de nuestras esencias es la cubanidad.  La dimensión del pensar activa el diálogo mediante la práctica de cultivar raíces interminables, un tronco poderoso de ser quienes somos.