Flora Fong

En la actualidad, buena parte del mundo es una sociedad multipantalla. Esta omnipresencia influye en la ocupación del tiempo y de la vida; pero ¿lidera en esas acciones la educación de la mirada?, ¿las mayorías son lo suficientemente selectivas? Al parecer, no siempre los procesos de aprendizajes protagonizan el entendimiento de complejos entornos propensos al embotamiento perceptivo.

Surgen nuevos usuarios en nuevos contextos; urge generar en los medios de comunicación audiovisuales y en las muestras expositivas institucionales contenidos y formas atractivas de puestas y espectáculos en beneficio del análisis como concepto de comprender lo interesante, lo culto y lo entretenido.

Ficciones televisuales han contribuido a estos fines. Nunca olvidamos las obras Puertas con guion de Elena Palacios y dirección de Magda González Grau y la adaptación del cuento El hijo de Horacio Quiroga que llevó a la TV el inolvidable realizador Miguel Sosa. Puertas recreó la creación de la artista Rocío García; y El hijo reencontró esencias de El rapto de las mulatas, pieza de Carlos Enríquez. En ambas puestas la dirección de fotografía fue responsabilidad del maestro Rafael García. Si telefilmes, telenovelas, series, cortos y otras producciones continúan acudiendo a la riqueza de las artes visuales en Cuba propiciarán ese ver entrenado que necesitamos desde edades tempranas.

El hábito selectivo de ver y comprender en las multipantallas se construye; igual ocurre con el gusto que no hace, se forma. La digitalización, las nuevas prácticas de uso de la TV y de diferentes soportes indican cambios acelerados; los de menos edad pasan del consumo lineal hacia tablets, celulares, computadoras y mediante el acceso masivo de las redes sociales los sujetos dejan de ser pasivos para convertirse en productores difusores o productores comunicadores.

Pensar el entretenimiento desde la cultura beneficia valores cognoscitivos, éticos, estéticos y la complacencia de destinatarios empeñados en defender la calidad de la existencia sin violencias. Las nuevas narrativas exigen la inteligencia lectora. Escuchar las voces del arte estimula la sensibilidad y su impacto formativo en los primeros años de vida.

Quizás, poco se presta atención a los spots multiplicados que incorpora la TV en diferentes canales. Sus principios constitutivos están basados en intencionalidades, informatividad, cohesión a nivel textual y la transtextualidad que garantiza la relación semántico formal con otros textos. Pensar las imágenes de ningún modo es una labor improvisada; exige reflexiones críticas y valorativas. Lo deben comprender guionistas, realizadores y equipos interesados en suscitar el interés de ver no solo mirar.

Por doquier vivimos mundos hipervisuales. Apenas apreciamos las sugerencias de relaciones sociales asociadas a las luchas simbólicas. Deben entrar en nuestro acontecer inquietudes icónicas, conceptuales, transgresoras; el acceso a lenguajes visuales abiertos por artistas renombrados que aportan ideas, pensamientos y detalles impensados debido a la imperante saturación de sentidos provocado por la fácil deglución y la repetición de fórmulas manidas en puestas audiovisuales.

¿Son suficientes las producciones nacionales de cuentos estrenados –sin anuncios previos– la referencia causal a exposiciones de fotografías o pinturas después olvidadas; pues carecen de seguimientos sistemáticos. Cada uno cumple funciones de construcción de significados, y en ellos, las metáforas, los símbolos, los mensajes, dicen qué quiero decir, cómo lo quiero decir y para quién lo quiero decir.

Pensémoslo. Las dimensiones filosófica y conceptual del arte tienen un sentido holística. Todo cuenta, desde la idea, el desarrollo del relato y la culminación de la puesta en cualquier medio expositivo o de comunicación. En las dinámicas de poder y en las jerarquías influyen decisores y ejecutantes creativos. La responsabilidad tiene que ser compartida al hacer arte y socializarlo. Así lo reclaman estos tiempos. Reflexionar y hacer son los caminos, nunca posponer.