Desde las gradas los cubanos coreaban cada golpe. Un jab y enseguida aparecía el rugir de los compañeros de equipo y los miembros de la delegación; un gancho, un golpe recto, y otra vez las banderas cubanas al viento. Sobre el encerado, Arlen López derrochando talento hasta que el árbitro lo señaló como vencedor. Solo entonces estalló la verdadera felicidad.
La de él, por demostrarle a todos los que dudaron, y tal vez hasta a sí mismo, que tras un ciclo olímpico demasiado inestable, aun había que contar con sus puños. Las del graderío, porque con este título Cuba iguala los conseguidos en Río 2016.
Parecía un combate final más complejo, pero el británico Benjamín Whittaker no logró descifrar del todo el estilo del cubano y solo lució mejor en el tercer asalto, cuando ya era prácticamente imposible su victoria. En definitiva cayó 1-4 y Arlen fue el mismo campeón de Río 2016.
"Sí tuve algo de presión -confiesa- pero eso mismo me hizo estar al cien por ciento en cada asalto. Salí a hacer mi pelea en cada uno de ellos. La táctica ahora fue trabajar en todas las distancias y funcionó".
Cuando Arlen escuchó el veredicto del combate se arrodilló sobre el cuadrilátero y golpeó el suelo. Fue el momento para dejar salir toda la tensión, pero también toda la alegría.
"Es cierto que no tuve el mejor ciclo, pero existen altas y bajas de todos los atletas y nunca se está igual, pero no se puede dejar de confiar en las personas", dice mientras cruza las manos detrás de la espalda. Son los mismos puños que hace cinco años lo llevaron al título olímpicos en los 75 kg.
"Las dos medallas tienen importancia, aunque esta tiene un poco más de connotación porque llegué a esta división desde cero. Por eso tuve que demostrar asalto tras asalto que el campeón olímpico soy yo".
Convertido ya en el décimo bicampeón del boxeo cubano en citas estivales, Arlen López está viviendo un momento de resurrección. Él lo sabe y agradece el apoyo de muchos. Luego sonríe y se va a festejar aun con el redondel dorado colgándole al cuello. Lo hace por él, pero también por los miles de cubanos que amanecerán este 4 de agosto con la noticia de otro campeón olímpico para el buque insignia.