Calidad e inocuidad de los alimentos

Que la calidad y la inocuidad alimentaria sean resultado de las buenas prácticas en toda la cadena productiva, industrial y comercial del país es un reto para implementar la Ley de soberanía y seguridad alimentaria y nutricional.

Esa fue tesis subrayada durante  el XII Taller Nacional del Codex Alimentarius que tuvo lugar en La Habana el pasado 21 de abril, según reportes de prensa.

“La inocuidad de los alimentos, de acuerdo con el Manual de Procedimientos del Codex Alimentaris de Cuba, es una disciplina, proceso o acción que ayuda a prevenir que los alimentos contengan sustancias que puedan perjudicar la salud de las personas”.

En dicho taller, organizado por la Oficina Nacional de Normalización (ONN) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) y el Comité Nacional del Codex Alimentarius, con asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quedó subrayado que  "disponer de alimentos con calidad e inocuos resulta esencial para la salud y el bienestar de todas las personas. No  sólo porque permite satisfacer las necesidades nutricionales de todas y todos, sino que la mayoría de las enfermedades transmitidas por los alimentos son evitables con una educación adecuada”, así recordaba el mensaje del representante de la FAO, Marcelo Resende, dado a conocer durante el evento.


Foto: tomada de PL

Para la FAO, no existe seguridad alimentaria sin calidad e inocuidad, destacaba también ese texto, y viene al caso ahora traer todos estos conceptos y afirmaciones a propósito de  la situación que vivimos los cubanos y que golpea fuerte en la esfera de la alimentación.

Cierto que es complicado hoy garantizar lo elemental para llevar a la mesa, pero si a eso se agrega a veces una poca observancia en la higiene de los alimentos, entonces la cosa se hace aun más compleja.

He visto roedores deambulando entre vegetales, viandas y frutas en agromercados y placitas sin que los encargados se inmuten; he visto transportar queso blanco del camión al almacén de un centro expendedor en sacos muy sucios y rotos; el pan nuestro de cada día –además de su escasa calidad- igual es trasladado a veces en cajas destapadas que luego son arrastradas sobre la acera polvorienta.

Picadillos sin la necesaria congelación, croquetas conformadas por ácidas mezclas misteriosas, que nadie sabe decirte de qué son; tanques de los que se vende mermelada a granel escoltada por moscas y removida con paletas de madera que luego reposan sobre el suelo sin la más mínima norma de higiene… 

Y sucede lo mismo en establecimientos privados que estatales, sin que aparezca un inspector, y ya sin que casi nadie proteste por semejantes hechos.

Lo más lamentable es que se hacen muchos esfuerzos por resistir, por producir, por conquistar esa necesaria soberanía alimentaria, en medio de carencias y de un bloqueo cada vez más recrudecido por el gobierno estadounidense; y por qué desbaratar con los pies lo que hacemos con las manos; por qué lo que tanto trabajo y dinero cuesta, y tanto puede resolver en los hogares cubanos, echarlo a perder por desidia de algunos, por falta de exigencia, de supervisión.

Esos vacíos, que no pocas veces son también indisciplinas, violaciones, pueden convertir las soluciones en problemas, y con la salud no se juega.