Las zonas costeras están expuestas a fenómenos como la elevación del nivel del mar

Cuba está entre los 39 Estados y 18 miembros asociados de las comisiones regionales de Naciones Unidas que conforman el Grupo de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), ubicados en el Caribe, el Pacífico y el Atlántico, el Océano Índico y el mar de China Meridional, que agrupan al 1% de la población mundial.

Según la ONU, enfrentan “desafíos sociales, económicos y ambientales únicos”, dificultades para el acceso a recursos financieros en un escenario mundial de déficit de financiación para el desarrollo, y son particularmente sensibles a la pérdida de biodiversidad y a los efectos del cambio climático.

Desde 2017, el país cuenta con la Tarea Vida, un plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, sustentado por el Decreto No. 86 de 2023, “Del enfrentamiento al cambio climático”, y, desde marzo de 2024, por la Ley del Sistema de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente.

Jessica Fernández Casañas, jefa del Departamento de Cambio Climático, de la Dirección de Medio Ambiente del Citma, comentó a Cubadebate que fue positiva la evaluación del primer ciclo, hasta 2020, “sobre todo en la comprensión y lo que es el alcance de la Tarea Vida, una política de Estado sombrilla, la política climática de mayor relieve del país”.

“Hemos avanzado. Cada uno de los organismos trabajó en sus planes sectoriales, también los territorios, y hubo avances en las acciones específicas priorizadas durante el periodo”, dijo Fernández Casañas y estimó que “hay áreas en las que se necesitan mejoras”.

Sobre la zona marino-costera, señaló que hay muchos resultados en la recuperación de playas afectadas por la erosión, de uso turístico o no, gracias a la gestión de la empresa Gamma, adscripta al Citma, en conjunto con Gobiernos territoriales y el Ministerio de Turismo.

“Una de las principales barreras ante los efectos del cambio climático son los arrecifes coralinos. Hay estudios que muestran que están en buen estado de salud, pero el bojeo a Cuba también ha aportado elementos que revelan eventos de blanqueamiento de corales. Hay procesos propios de los ecosistemas, pero también influye el cambio climático debido al calentamiento y la acidificación”, apuntó la especialista del Citma.

“Ese es un asunto al que en esta etapa hay que darle mayor prioridad. ¿Cómo hacerlo?: mediante los proyectos que se han ido aprobando y están en puesta en marcha, como Thalassia, o el conocido Mi Costa, con incidencia en áreas costeras”, añadió.

El proyecto Thalassia, ejecutado por la AMA vía el Instituto de Ciencias del Mar (Icimar), con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y la participación de instituciones gubernamentales y poblaciones locales, persigue la conservación y uso sostenible de Thalassia testudinum (hierba de tortuga).

Es el pasto más abundante en los mares del país, con un importante potencial farmacéutico por sus efectos antioxidantes, antivirales, antibacterianos, antitrombóticos, hipocolesterolemizantes, hepatoprotectores, antiinflamatorios y anticancerígenos.

Es, además, valioso, porque sus formaciones protegen el litoral contra la intensidad de las olas durante fenómenos meteorológicos extremos, absorben carbono y sirven de refugio y alimentación a especies marinas.

Entretanto, Mi Costa, con aporte financiero del Fondo Verde para el Clima e implementado por el PNUD, busca fortalecer la resiliencia en ecosistemas costeros y la capacidad de adaptación de las comunidades locales.

 

La responsable del Departamento de Cambio Climático mencionó otros objetivos en la actual etapa de la Tarea Vida.

“Además de la atención a los ecosistemas, hay que trabajar más en el ámbito local. Ahí también hemos tenido avances, principalmente en que en los municipios se comprenda la realidad del cambio climático y sus consecuencias.

“En ocasiones, hay proyectos de intervención y los pobladores participan, pero es importante lograr que entiendan realmente qué es el cambio climático, cómo lidiar con estos fenómenos desde cambios de comportamiento y patrones de consumo, con modos de vida más sostenibles y una mayor eficiencia en el uso de los recursos. Hemos buscado reforzar más en el actual periodo la capacitación a todos los niveles, desde los sectores hasta municipios y comunidades”.

Las prioridades −precisó Fernández Casañas− están en los sectores de la energía, seguridad alimentaria (la agricultura y los efectos del cambio climático), la industria (con un enfoque hacia el mejoramiento de la infraestructura tecnológica, una industria verde e inteligente, la gestión de residuos y la implementación de prácticas de economía circular).

“También estamos tratando de combinar esto con el mercado de carbono, otra de las prioridades en esta etapa: cómo entra Cuba, a través de estos sectores priorizados, al mercado de carbono tratando de ampliar los marcos de financiamiento, lograr fuentes de financiamiento para incorporar esos recursos a las mejores tecnológicas, al manejo de los ecosistemas, conservar el medioambiente y hacer más efectiva la adaptación en el país”, explicó.

Imagen: ONU-Acción por el Clima.

El cambio climático ya está aquí. En la actualidad, alrededor de 3 600 millones de personas (casi la mitad de la población mundial) son muy vulnerables a los efectos del cambio climático, desde las sequías, inundaciones y tormentas hasta el estrés térmico e inseguridad alimentaria. Mientras la temperatura global continúe subiendo, esa cifra seguirá en aumento.

Además de hacer todo lo posible para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y reducir el ritmo del calentamiento global, debemos adaptarnos a las inevitables repercusiones del cambio climático.

Nuestras economías y sociedades en su conjunto necesitan ser más resistentes a los efectos climáticos, lo que requerirá iniciativas a gran escala.

Invertir en adaptación es más lógico que esperar e intentar recuperarse más tarde. Proteger a las personas ahora salva más vidas y reduce los riesgos en el futuro. Además, es lógico desde el punto de vista financiero, porque cuanto más esperemos, más aumentarán los costes. (ONU)

La Tarea Vida en 2024-2025

En una reciente evaluación de la Tarea Vida, a ocho años de su aprobación, los expertos destacaron que esta se ha traducido en acción constante a todos los niveles.

“Bajo la conducción del Gobierno y la guía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, con una participación destacada de organismos de la Administración Central del Estado, la academia, instituciones científicas y de investigación, organizaciones de la sociedad civil, agencias de cooperación que radican en el país y, fundamentalmente, la población, se ha ido traduciendo la ciencia del clima en un ejercicio efectivo”, señala un documento del Departamento de Cambio Climático de la Dirección General de Medio Ambiente del Citma.

Entre otros pasos dados en tiempos recientes, en el documento se recogen acciones de socialización y capacitación, además de talleres especializados en distintos sectores, incluidos decisores; la presentación en febrero del 2025 de la contribución nacionalmente determinada1 3.0 de Cuba (2025-2035); la elaboración de planes de adaptación para varios programas de cultivo; la aplicación de buenas prácticas de manejo en 2 376 hectáreas en 10 polígonos demostrativos de suelos, agua y bosques, y la instalación de viveros forestales tecnificados en ecosistemas costeros.

Además, la ejecución de proyectos técnicos en manglares, con acciones en 8228 ha; la construcción de la plataforma digital para el sistema de registro de acciones climáticas en la agricultura; la instalación de 22 000 calentadores solares en el país y 50 sistemas de bombeo solar en la ganadería; una reducción de 20 000 toneladas de CO2 y la conclusión de la estrategia nacional para la transición energética en Cuba.

Los manglares proporcionan una barrera de defensa contra eventos extremos, absorben carbono, contribuyen a la seguridad económica y alimentaria y son el hogar de algunas de numerosas especies. Foto: Tomada de citma.gob.cu.

Según el documento del Departamento de Cambio Climático de la Dirección General de Medio Ambiente del Citma:

• Se distribuyeron 10 500 baterías para Sistemas Solares Fotovoltaicos por provincias, 5000 sistemas fotovoltaicos para 2 781 viviendas sin servicio eléctrico y 2 219 que recién electricidad mediante Grupos de Electrógenos.
• 26 parques solares fotovoltaicos están en diferentes fases de construcción en una primera etapa.
• Se autorizó la importación de 1 258 924 de equipos eficientes, a partir de la Resolución 236/2021.
• Se presentó sel programa para el desarrollo resiliente y bajo en carbono del transporte en Cuba, con siete ejes estratégicos y 35 líneas temáticas de proyectos. Su objetivo general es implementar el sistema de proyectos y acciones que permitan el desarrollo resiliente y bajo en emisiones del transporte.
• El número de vehículos eléctricos en el país es de 141 023. Al cierre de noviembre 2024, se registraron en las Oficinas de Registro de Vehículos del Minint 139 234 vehículos eléctricos, 3 147 por personas jurídicas y 137 906 por personas naturales, entre importados y ensamblados en el país.
• Se han instalado 406 puntos y estaciones de carga, entre ellas de Taxis-Cuba (8), Aguas de La Habana (16), Etecsa (268), EPTH (6), Transtur (3), Cacsa (105) y Mintur (13).
• Cumplida al 100% la implementación del enfrentamiento al cambio climático desde lo curricular en los estudios de las carreras y formación técnica y profesional de Ciencias Médicas.
• El Insmet estableció el sistema de vigilancia, monitoreo y alerta temprana , que contribuye al enfrentamiento del cambio climático.
• Fue aprobado por el Fondo Nacional de Medio Ambiente (FNMA) el proyecto nacional para la elaboración del Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático.

Entre las barreras identificadas, el informe señala limitaciones financieras y dificultades para el acceso a la tecnología; una limitada visión estratégica relativa al cambio climático, lo que repercute en la planificación a mediano y a largo plazos y la implementación de medidas efectivas para la adaptación y mitigación del cambio climático.

“Se requiere trabajar en la coherencia entre los planes de adaptación y mitigación del cambio climático vinculados a las estrategias de desarrollo sectoriales, territoriales y locales, para lograr una mayor apropiación e implementación del plan de Estado”, se apunta en el documento.

Además, precisa que se debe reforzar el involucramiento y la participación de diversos actores y de la sociedad en general para lograr una efectiva implementación de la Tarea Vida.

El documento concluye que “estas y otras barreras y desafíos existentes quedarán reflejados y solventados en la nueva etapa de trabajo, en proceso de elaboración. Las experiencias y lecciones aprendidas en esta etapa permitirán continuar proyectando mejor el futuro, donde ciencia y acción se articulan para garantizar la vida”.

En la naturaleza se encuentran muchas de las soluciones al cambio climático. A a vez, solo con ecosistemas saludables podemos mejorar los medios de vida de las personas, contrarrestar el cambio climático y detener el colapso de la biodiversidad. Foto: Tomada de sitiospatrimonialescuba.cult.cu.

Un plan de adaptación y el enfoque en lo local

A mediados de 2024, el secretario ejecutivo de la ONU para el Cambio Climático, Simon Stiell, instó a los países a presentar planes nacionales de adaptación al cambio climático que abarquen todos los sectores de la economía y funcionen en todas sus sociedades.

Según datos de ONU Cambio Climático, hasta enero de 2025 habían presentado sus planes nacionales de adaptación 60 países en desarrollo y cuatro desarrollados.

La ONU ha señalado que es crucial alinear los planes nacionales de adaptación (PNA) con las contribuciones nacionalmente determinadas (CND) para crear resiliencia climática y que los países puedan cumplir sus compromisos nacionales en virtud del Acuerdo de París.

ONU Cambio Climático apunta que los PNA “sirven como hojas de ruta cruciales para fortalecer la resiliencia climática en conjunto con los planes nacionales de desarrollo y alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y el objetivo global de adaptación (OGA)”.

Esos planes −agrega el organismo− “describen actividades interconectadas que abordan las necesidades de adaptación a todos los niveles, desde el local hasta el nacional y regional, incluyendo la financiación para la adaptación”.

Cuba trabaja en su plan nacional de adaptación. Sobre este tema, la jefa del Departamento de Cambio Climático del Citma comentó que “estamos en el proceso de testear con proyectos piloto como AdaptHabana” y en ello es importante la actualización en curso de la Tarea Vida.

“La Tarea Vida debe tener un plan, que sería el plan de adaptación con el añadido de la mitigación: un análisis más profundo de cuáles serían los impactos del cambio climático, cuáles las medidas de respuesta y adaptación, y un financiamiento para implementarlas. En eso estamos trabajando, para poder llegar a una planificación real. La metodología del plan, cómo se construye, de qué manera se formula, eso debe estar antes de 2026, con una proyección a 2030 o 2035”, dijo.

“Ahí están sectores como agricultura, energía, transporte vinculado a la energía... Esas cuestiones están reflejadas en nuestras proyecciones de la Tarea Vida, en la actualización en curso, y estamos añadiendo otros elementos que no teníamos en la política climática nacional, como los empleos verdes y la transición justa.

“Son términos que trataremos de aterrizar al escenario cubano y ofrecen la oportunidad de, mientras se promueve la resiliencia climática, que todas las personas puedan participar, que no quede nadie atrás como preconizan los objetivos de desarrollo sostenible y que, a la vez, se pueda continuar buscando financiamiento, ejecutar proyectos y fortalecer las capacidades nacionales para cumplir los compromisos climáticos y mejorar la calidad de vida de las personas que viven en áreas vulnerables a los efectos del cambio climático”, añadió.

Fernández Casañas consideró que “hay que seguir perfeccionando los métodos, enfocarnos más en las vías de ir desde la ciencia, los estudios generales y la información a las comunidades, con una visión más particular en las áreas para que haya mayor precisión a la hora de estimar e implementar medidas de adaptación, los costos, tratar de disminuir los márgenes de error.

“Hay personas que aprecian que el cambio climático es a futuro y, en ocasiones, tanto ciudadanos como decisores, entre problemas y cuestiones cotidianas, no lo ven con una proyección a largo plazo. Si se presentan estudios más específicos para su área, con los impactos locales estimados mejor identificados y las medidas a implementar, les ayudamos a comprender mucho más estos fenómenos y tendencias y actuar consecuentemente”.

Agregó que, aun así, “se ha avanzado, principalmente en territorios donde hay proyectos con financiamiento internacional, porque posibilitan trabajar directamente con las comunidades y actores del Gobierno. Se van cambiando las concepciones. Todo esto implica cambios de mentalidad”.

La jefa del Departamento de Cambio Climático del Citma apuntó que inicialmente el foco estuvo en las zonas costeras, donde se apreciaban los efectos más fuertes, pero “en este segundo ciclo nos hemos propuesto movernos hacia todo el territorio nacional”.

“Ha sido otro momento de aprendizaje. Nos dicen ‘pero si aquí no tenemos costa’. Sin embargo, los efectos del cambio climático no están solo en las costas, están también en el ascenso de la temperatura, en la humedad, las lluvias… Todo esto también implica capacitación sobre dónde pueden incidir los efectos del cambio climático, que alcanzan a todos los sectores y territorios”.

La especialista del Citma subrayó la necesidad de una más efectiva descentralización de competencias, que los municipios se sientan más empoderados. Agregó que también es compleja la planificación sectorial con una mirada de cambio climático, al igual que hay desafíos en el ámbito de los costos y la financiación en una etapa difícil para el país.

“Los estudios, más allá de la frecuencia, y aquí se hacen muy a menudo, a nivel de país, deben enfocarse más en lo local, en las comunidades, propiciando una mejor planificación de las acciones de adaptación y mitigación.

“Hoy tenemos proyectos comunitarios, las personas participan, aprenden, toman conciencia sobre el cambio climático, pero es decisivo vincular a la gente mucho más en lo que llamamos la acción climática, la adaptación y la mitigación”, apuntó.

Fernández Casañas afirmó que “hay que cobrar conciencia, además, de que una buena medida ambiental es una buena medida para el desarrollo. Trabajar por energías renovables no es solamente para reducir las emisiones de un sector, sino para enfrentar tiempos de contingencia y asegurar un desarrollo que sea sostenible.

“El cambio climático y el enfrentamiento a él, aun en medio de los desafíos, brindan oportunidades para el acceso a fuentes de financiamiento, la mejora de la eficiencia en los procesos productivos y el tránsito hacia tecnologías más limpias y eficientes.

“Hay voluntad política para avanzar y aprovechar esas oportunidades, minimizar los efectos del cambio climático. Y hay que seguir educando a la ciudadanía, continuar evaluando las medidas que tomamos.

“Si las personas ven la efectividad de las acciones en las que participan, protegiendo una zona costera, por ejemplo, ese es un buen paso.

“De eso se trata básicamente la Tarea Vida: la idea es buscar dónde están los peligros, las vulnerabilidades, los problemas climáticos que nos van a afectar, y trabajar juntos, dar a las personas la posibilidad de tener una mejor calidad de vida.

“Lograr no solo que los impactos del fenómeno sean menos agresivos con el ser humano y los ecosistemas, sino que las personas se involucren, vivan en armonía con el medio sin renunciar a las actividades para su desarrollo, pero que esas actividades sean las más beneficiosas para ellas y para el entorno en que viven”.

 

Para descargar:

Contribución nacionalmente determinada de Cuba (Fuente: ONU Cambio Climático) (1.24 MB)

 

Notas
1 Las contribuciones nacionalmente determinadas (CND) son el núcleo del Acuerdo de París y de la consecución de sus objetivos a largo plazo. Las contribuciones determinadas a nivel nacional encarnan los esfuerzos de cada país para reducir las emisiones nacionales y adaptarse a los efectos del cambio climático. El Acuerdo de París requiere que cada parte prepare, comunique y mantenga las sucesivas contribuciones determinadas a nivel nacional que se proponga lograr. Las partes adoptarán medidas nacionales de mitigación con el fin de alcanzar los objetivos de esas contribuciones.
El Acuerdo de París alienta a los países a coordinar sus iniciativas de adaptación y mitigación, para garantizar que los compromisos y planes climáticos nacionales estén en sintonía. Las contribuciones nacionalmente determinadas presentan los compromisos generales de un país en cuanto a mitigación y adaptación al cambio climático, mientras que los planes nacionales de adaptación (PNA) proporcionan los detalles necesarios para orientar las prioridades de adaptación y su implementación. La naturaleza de los PNA es complementaria a la de las CND.
(Fuente: ONU Cambio Climático, Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático-CMNUCC)