Hotel Tulipán

No les basta con que todavía permanece a flor de piel el dolor por las 46 vidas perdidas en el accidente del Hotel Saratoga. Los terroristas no respetan luto ni dolor.

Porque eso son, terroristas, quienes pretenden sembrar el terror en este pueblo cubano, que continúa resistiendo sin doblegarse a pesar de la muy difícil situación que nos han impuesto la pandemia y el criminal y recrudecido bloqueo del gobierno estadounidense.

Por eso, porque nada les detiene en su iluso sueño de ver aniquilada la obra forjada por los cubanos durante tantos años de empeño, en la noche de este domingo una llamada desde el exterior del país comunicó sobre una amenaza de bomba en el capitalino Hotel Tulipán, en la barriada de Nuevo Vedado.

De inmediato fue activado todo el protocolo para esos casos. Fueron puestos a buen resguardo los 222 clientes que se encontraban en la instalación - de ellos 219 nacionales, contando los equipo de Industriales y Granma allí hospedados- así como los trabajadores y directivos que se encontraban en el hotel.

Luego de concluidas todas las acciones de búsqueda de explosivo por parte de las autoridades competentes, fue confirmado que no existía ninguna bomba.

Periodistas de diferentes medios que de inmediato se personaron en el lugar, ágilmente informaron mediante las redes sociales, paso a paso, de todo lo que acontecía, y minutos después de la media noche ya los huéspedes regresaban a sus habitaciones.

Fue una fake news, otra falsa noticia, una más que intentaron echar a rodar para desestabilizar a los cubanos. 

Quizás con el mismo desparpajo que Orlando Bosch y Freddy Lugo confesaron haber colocado una bomba –esta sí bien real, en el avión de Cubana de Aviación que mató a 73 personas, entre ellas al equipo de esgrima que regresaba triunfador de un campeonato en Venezuela-, quienes hicieron la llamada se congratulaban de haber creado el caos.

Pero, una vez más, se quedaron con las ganas.  A los cubanos, entrenados durante más de 60 años en las verdes y en las maduras, no les temblaron las rodillas, convencidos de que intentos como esos “no son picá’ pa’ gallo fino”. 

Pusieron la fake news, ¿y qué?: más entrenamiento para los de esta Isla, más convencimiento de la vileza de quienes nos odian y de hasta dónde pudieran llegar, y más descrédito para esos enemigos, a quienes el adjetivo de desalmados hace rato les va quedando chiquito.